viernes, 19 de marzo de 2010

Entiendes la carta de los restaurantes?

Si te da trabajo entender el vocabulario gastronomico de la carta en los restaurantes, no te averguences y chequea este caso.

¿Entiendes la carta de los restaurantes? from El Aderezo - Blog de Cocina on Vimeo.

OMNIVOROS?

Esto lo encontré en el Listín Diario de hoy y me da mucha inspiración para abundar este tema. Escribe tus comentarios y vamos a comenzar a abundar sobre esta modalidad

EFE

Madrid.- Que el hombre es un animal omnívoro es algo que no ponen en duda más que los vegetarianos recalcitrantes; el hombre, como el oso, come lo que le echen, siempre que pertenezca a los reinos animal o vegetal; hasta el momento, el único mineral que ingerimos consciente y voluntariamente es la sal, y los médicos nos la quieren quitar de la dieta.

Omnívoros... pero de verdad. Hay cosas que son curiosas, en la cocina actual, en la que da la impresión de que todo vale con tal de “épater le bourgeois”, que traduciremos libérrimamente por dejar alucinado al comensal. Los artistas de la cocina buscan lograr las sensaciones más impactantes, y no dudan en recurrir a ingredientes extraños para conseguir su objetivo: que los medios hablen de él.

Cuando yo era pequeño, las flores eran una cosa que se les regalaba a las chicas; los jóvenes, una rosa; los que ya tenían dinero, un ramo. Se enviaban flores como homenaje, como muestra de gratitud... Pero jamás se nos hubiera ocurrido comérnoslas.

Ahora, sí. Comemos flores. Y no me refiero a las alcachofas, que son flores feas, pero flores; ni siquiera a la coliflor o el brócoli; tampoco a las flores de calabacín, tan buenas rellenas. No. Hablo de flores “de jardín”: pensamientos -que no saben a nada-, rosas, violetas, jazmines... Nuestros cocineros se han lanzado a decorar sus platos con flores. Incluso, en algún caso, le sacuden al comensal un plato formado exclusivamente por pétalos de flores. Bueno: quedan bonitas, siempre que sean un detalle, no las protagonistas. Si quieren ponerlas en casa, ojo: no vale cualquiera. Han de ser flores cultivadas para ser comidas, sin pesticidas, sin abonos... A ver si por poner una flor en el plato nos vamos a intoxicar y acaban llevándonos más flores, pero -en el mejor de los casos- al hospital...

Hasta hace nada, la mayor parte de las semillas se desechaban. “Pele un tomate, elimine las semillas...” era -es- frase frecuente en las recetas. Pues... va a ser que tampoco. Hay que comerse las semillas. Son, justifica un conocido cocinero, “la fuente de la vida”. Y se queda tan ancho, poniendo ante el comensal un plato en el que lo único que hay es... semillas.

Iba uno a la playa, y había algas. Para mal, más bien: huelen, y casi nunca bien. Por otra parte, son un incordio en el agua, para los bañistas, quiero decir: molestan. Sí, son importantísimas para ‘fabricar’ oxígeno... Pero ahora se nos dice que nos las comamos. Ni los peces, que son depredadores, lo hacen. Ah, pero sí que se las comen los japoneses; y como los japoneses las incluyen en su menú los occidentales decidimos que están buenas. Flores, semillas, algas, hierbajos... Lo más grande es cómo tratan de convencer, incluso con los nombres en los dos últimos casos: le llaman ‘alga percebe’, ‘lechuga de mar’, otra se conoce como ‘espaguetis marinos’... Mentira: saben a algas. Es como esa hierba que llaman ‘hierba ostra’, que dicen que sabe igual que las ostras. Ya lo ven: al próximo que les niegue la condición omnívora del ser humano, no le hablen de carne o pescado, sino de estos vegetales poco atractivos.

Buscar este blog